Tekal de Venegas, Yuc.– En el corazón del pueblo maya yucateco, el Viernes Santo sigue siendo una fecha profundamente sagrada, cargada de símbolos, leyendas y prácticas heredadas de los abuelos. De acuerdo con la tradición oral, este día marca no solo la conmemoración cristiana de la muerte de Jesucristo, sino también la manifestación de creencias ancestrales que entrelazan la espiritualidad maya con la fe católica.
Conocido en lengua maya como Kichkelem Yum, “nuestro hermoso señor divino”, Jesucristo es una figura central tanto en los rituales católicos como en la cosmovisión maya. Según relatos recogidos por el investigador José Iván Borges Castillo, la cruz verde que adorna los hogares yucatecos no solo representa la pasión de Cristo, sino que también es un símbolo sagrado, presente desde el nacimiento hasta la muerte.
Los abuelos cuentan que durante el Viernes Santo, en la soledad del monte o sobre los antiguos cerritos, puede escucharse el canto de un gallo, visible solo para niños o personas inocentes. Se dice que este día nadie debe adentrarse en el monte, pues las fuerzas encantadas cobran vida y los antiguos pueblos mayas “reviven por instantes”, al repique de campanas invisibles y al paso del viento fuerte conocido como mosón iik.
Entre las muchas creencias que persisten, destaca la del árbol del Pomolché, cuya resina se torna roja como la sangre de Cristo entre el Jueves y Viernes Santo, según testimonios recogidos en Panabá. También se narran leyendas como la del origen de la chaya, planta medicinal ligada a la pasión de Cristo, y el poder curativo de huevos puestos por gallinas en estos días santos.
Los relatos de pueblos como Santa Elena, Tekal de Venegas y Pomuch coinciden en hablar de una naturaleza viva y mística, de serpientes de viento y de la importancia de la cruz como protector espiritual. “Hoy al mediodía todo lo encantado vuelve a la vida”, señala el Dr. Lázaro Hilario Tuz Chí, quien ha documentado estas creencias.
Estas narraciones, recogidas y preservadas por Borges Castillo, son una ventana a la riqueza del sincretismo religioso que define a los pueblos mayas de Yucatán. Con cada historia se revive no solo una leyenda, sino también una identidad que resiste al olvido, y que se manifiesta con fuerza cada Viernes Santo